martes, junio 23, 2015

Extracto de Las Olas - Virginia Woolf

Traducción por Lidia Rico
El sol aún no había aparecido, el mar era indistinguible del cielo excepto por los pliegues en el mar, que lo hacían asemejarse a una tela arrugada. Poco a poco, mientras el cielo palidecía, una oscura línea se formó en el horizonte y dividido el mar del cielo, la tela gris se fue cubriendo con gordas pinceladas que se movían una detrás de otra debajo de la superficie, siguiendose una a la otra, persiguiéndose mutuamente por la eternidad.
Al acercarse a la orilla, cada pincelada tomaba forma, se alzaba, se rompía y esparcía sobre la arena un fino velo de agua blanca. La ola se detenía y se alzaba de nuevo, como un ser dormido cuyo aliento va y viene inconscientemente. Poco a poco en el horizonte, la oscura línea se tornó clara como el sedimento en una vieja botella que se hunde para dejar el cristal verde transparente. Detrás, el cielo también se aclaró como si el sedimento blanco ahí se hubiera hundido o como si el brazo de una mujer acostada debajo del horizonte hubiera alzado una lámpara y líneas delgadas de color blanco, verde y amarillo se esparcieron sobre el cielo y asemejaban  las aspas de un ventilador. Enseguida la mujer levantó su lámpara más alto y el aire pareció volverse duro, entonces se desprendió de la superficie verde ardiendo bruscamente en fibras rojas y amarillas como el fuego humeante que ruge de una fogata en llamas. Poco a poco, las fibras de la fogata en llamas se fundieron en una sola neblina, en una sola incandescencia que levantó el pesado gris que cubría el cielo y lo transformó en un millón de átomos de suave azul. Lentamente, la superficie del mar se tornó transparente y se extendió ondulada y destellante hasta que las franjas oscuras se aclararon por completo. El brazo que sostenía la lámpara, lentamente la levanto mas y mas alto hasta que una ancha flama se hizo visible; un arco de fuego ardió en el borde del horizonte y todo alrededor del mar se convirtió en una hoguera dorada.
La luz golpeó en los árboles en el jardín, haciendo transparente a una hoja y después otra. Un pájaro pió muy alto; entonces pauso: muy abajo, otro pájaro pió de nuevo. El sol iluminó las paredes de la casa y se posó como la punta de un ventilador en la cortina blanca e hizo una huella dactilar azul debajo de la orilla de la ventana del dormitorio. La cortina se movió ligeramente, pero todo dentro era oscuro y amorfo. Los pájaros afuera cantaban sus vacías melodías.


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